Última jornada en la isla de Guemes

Comenzamos el día con la misa semanal en la iglesia de la isla. La pastora habitual, Sally, estaba en un encuentro estatal de la iglesia y, por eso, fue sustituida por Carla. Explicó en su homilía que, pese a llevar jubilada dos años, aún hacía, de tanto en tanto, misas como en aquella ocasión. Estar jubilada la permite estar más en contacto con otras gentes y formas de fe. Incidió en qué no hace falta nombrar a dios, sino sentir. Ese sentimiento, en sus palabras, es estar plenamente vivo y practicar la resurrección, es decir, una renovación constante. Por eso, decía, no se trata de montar, sino de estar en la idea de dios, que puede adoptar muchas formas.
En la misa nos esperaba una sorpresa muy grande. Dos vecinos de la isla que están viajando por España pasaron, absolutamente por casualidad, por Güemes. Y enviaron un hermoso video de las campanas de la iglesia repicando. Fue un momento muy especial poder sentir nuestra iglesia dentro de la de ellos. Pienso en Poe, cuando decía aquello de qué mundo de alegrías predicen las melodías de las campanas. Aquí no sólo predicen, sino que generan. Se produjo un cariñoso encuentro sonoro.



Recogimos en la iglesia, tras tomar un café con los asistentes a la misa, a Anne, una amiga de nuestra anfitriona, Lisa. Tras el almuerzo, Anne y Lisa cantan canciones juntas. Ambas pertenecen a una asociación de mujeres que cantan canciones a enfermos terminales para acompañarles en sus últimas horas. Son cantos serenos y muy emocionante.

Pasamos brevemente a ver la casa de Roger, un futuro visitante de Güemes en España y con una casa con una estructura similar a la emita que nos llamó mucho la atención.

A las 16:30 dio comienzo la fiesta de despedida en casa de Mike y Lorena. Fue un encuentro inolvidable, entre muchos habitantes de la isla de Guemes que nos han acompañado y cuidado estos días. Una banda de Guememses interpretaba música tradicional de Estados Unidos, llamada Bluegrass. Hubo ocasión de agradecer a todos lo que nos han regalado estos días. Ellos nos expresan también su agradecimiento, incidiendo en que nuestro paso por la isla les ha unido y acercado más. Nosotros hemos descubierto en ellos una comunidad de la que aún hay mucho que aprender. No sabíamos lo que nos encontraríamos, pero desde luego no contábamos con una acogida tan entregada y especial.





Como ya muchos saben, uno de los objetivos en el origen del proyecto era hermanar la Güemes del mundo, idea que se abandonó por las dificultades administrativas que supone. No pasa nada: el hermanamiento real pasa porque ahora, la toponimia compartida significa mucho más que una denominación geográfica. Somos vecinos de mundo. Mañana salimos rumbo a Vancouver...

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